Semana larga de natación. Hoy al igual que el lunes, nadé 2.4 kilómetros y el viernes serán 3.6 para cerrar la semana con 8,400 metros. Desde que conseguí los auriculares ya no me pesa tanto las sesiones de natación. Sabina puede parecer ángel con alas negras, profeta del vicio, vendedor de humo, poeta y loco, pero nunca asociaremos su imagen con la de un deportista, aunque hoy su música me acompañó durante los 2,400 metros que nadé.
De las tres disciplinas que forman el triatlón, el entrenamiento de natación quizá sea el más solitario y aburrido. Ida y vuelta, una y otra vez, 25 metros de ida y los mismos de regreso. Podrás cambiar de estilo, hacer series de correcciones, driles de velocidad, pero no cambia la naturaleza solitaria y repetitiva de ejercicio. Para amenizarlos un poco, acostumbro nadar con música. Lo hacía con un iPod shuffle especialmente tratado por una empresa externa a Apple para ser utilizado en la alberca. A pesar de lo molesto que me resultaba nadar con los audífonos insertados en la oreja, era mejor que nadar sin música. Sin embargo mi iPod sucumbió, y en este regreso a la alberca, me conseguí unos auriculares de conducción ósea que me han hecho amenas las sesiones, pues gracias a ellos, puedo escuchar mi música por primera ocasión, en estero. Desde niño soy totalmente sordo del oido izquierdo, oía solo por el derecho, y bueno, me perdía de todos los sonidos que el productor musical había decidido grabar por ese canal.
Gracias a esta tecnología, que transmite la música a través de los huesos de la cabeza, puedo escuchar sonidos claramente separados, ejemplificando: la voz del cantante y ciertos instrumentos en el izquierdo y los demás en el derecho. ¡Una maravilla! Otra ventaja: ya no tengo que introducir nada a mis oídos. Los transmisores del sonido van sobre las sienes.
Bueno, y ¿Sabina?. Aguántame un poco. En esta fase estoy acumulando kilómetros, reconstruyendo base, entonces estoy nadando series largas y las mido con canciones: hoy voy a nadar 5 canciones de calentamiento, 15 con pullboy y cinco más de afloje, por poner un ejemplo. Así me olvido de contar y multiplicar vueltas y metros y solo me concentro en contar canciones.
El azar juega, pues si me encuentro con un popurrí, la considero como una sola canción, así que el drill se alarga. Cuando me toca el bellísimo y legendario popurrí de “Luis Miguel, En Concierto” que culmina con una versión donde El Sol de México improvisa de una forma prodigiosa “La incondicional”, no me importa que la serie se alargue eternamente.
Mi artilugio musical tiene un grave defecto: guarda las canciones en una especie de disco duro usb, en formato MP3, que me obligó a trabajar en el iTunes para convertir las canciones a ese modo; pero más lata resultó que cuando trasladas las canciones al auricular, este las ordena como se le da su real gana; creo que las agrupa por disco. El problema es que si un cantante no te gusta suficiente, te llega a fastidiar escuchar tantas canciones seguidas del mismo intérprete; he investigado y hasta hoy, no encuentro manera de mezclar las canciones, y a mí, 10 canciones seguidas de Albita, Juanes, Arjona o de Shakira me marea, pero en fin, algún defecto debían de tener.
El caso es que hoy inicié la rutina con una canción de Joaquin Sabina y me dije: cambio de serie cuando termine de cantar el interprete de “Lo niego todo”. No contaba con que lo que sonaba era “500 noches para una crisis”, un álbum en vivo que es una recopilación de canciones grabadas en el Luna Park de Buenos Aires, Argentina, en dos CD´s, y aunque me sobraron canciones, o me faltaron metros, los 2,400 los nadé de forma continua, sin detenerme y sin agobiarme.

Ayer en la mañana realicé un combinado de 60 kilómetros de ciclismo y siete de carrera, en La Huasteca; terminando, me puse a trabajar para enviar la segunda entrega del TFM. Quedan aún dudas sobre las características que deberá reunir el documento oficial, pues mi TFM trata sobre el uso de la internet como medio para la publicación y la distribución del material y espero las sugerencias de Manuel Santana-Hernández, mi Tutor. Creo que le falta tiempo para revisar con cierto nivel de detalle lo publicado. Tiene una carga de trabajo pesada y cuando pienso lo que tiene que leer de los diferentes maestrantes que dirige, se me apacigua cualquier intento de demanda.
La mención del libro de Murakami “De qué hablo cuando hablo de correr” en el curso sobre Novela fue lo que detonó el proyecto del TFM. Ya decidido a intentar finalizar de nuevo un Ironman, la idea del cómo escribir sobre ese largo y azaroso viaje hacia Cozumel partió del texto del novelista japonés. El libro escribe sobre sus experiencias como corredor, los retos que enfrenta, las competencias que afronta, al mismo tiempo que nos relata su vida como escritor y sus experiencias como lector, mientras reflexiona sobre la literatura, los escritores, la figura del escritor y el ambiente en los que se mueve.
A Murakami se le da bien no solo la novela y las traducciones. “De qué hablo cuando hablo de correr” cae en el género de la autobiografía o el de la No Ficción y sale airoso. Aunque se le considera un autor solitario y reservado, sus reflexiones sobre la influencia que ha ejercido el deporte en su vida y en su obra lo han convertido en un escritor canónico para muchos deportistas y modelo y ejemplo para mí TFM.
El problema es que no soy escritor. Más allá de los pequeños obstáculos tecnológicos a los que me he enfrentado para levantar las plataformas digitales donde intento dar forma al proyecto de TFM que propuse, lo que me está resultando complicado es la escritura, o sea, lo sustancial.
Fotografías, videos, mapas, todo debe contar una historia, y busco que sea atractiva. Anhelo que los textos intriguen al visitante, lo impulse a continuar con la lectura, lo provoque a darle click a los símbolos de Play o a los enlaces que los llevan a donde quiero dirigirlo. Ah, y además, incentivarlo a participar con sus comentarios, a contar sus historias deportivas, a que comparta sus reflexiones sobre el Ironman o el tema que se le ocurra.
El tiempo es el factor determinante en la creación de una obra. Y en el caso del TFM tengo fecha límite. Además, la misma naturaleza de los medios digitales te obligan a publicar con una inmediatez que te exige revisar, reescribir, editar de nuevo el contenido audiovisual aún después de su publicación. Reescribo tanto, que estoy seguro que en ocasiones, el texto después de ser corregido varias veces, termina idéntico al original. Así pasa.
Fue tan corto el tiempo entre el día que surgió la idea y el que la puse en marcha, que me siento agobiado, más de lo que supuse, por las evidentes fallas que constantemente observo en mi trabajo. Claro, podrás pensar que no es para tanto, que no estoy escribiendo una novela, y te concederé la razón sin resistencia. El tiempo de planeación que utilizan los novelistas para crear una obra les permite arrancar con algo más que una idea.
No creo que si contara con más tiempo podría escribir mejor. Uso todo el conocimiento del que dispongo y me esfuerzo por hacerlo lo mejor posible. No escatimo, doy lo mejor que tengo, pongo toda mi voluntad, entrego hasta el último esfuerzo y espero que alcance.
Parto de la base que la experiencia y los conocimientos que he acumulado a lo largo de la vida me permiten suponer, sin teorizar mucho al respecto, que no soy lo que escribo sino lo que leo, y que tantas lecturas tienen por fuerza que ayudarme a escribir sin avergonzarme exageradamente de mis textos.
Nadie me obligó a hacer lo que estoy haciendo; ni a intentar finalizar de nuevo un Ironman y mucho menos a escribir sobre el proceso. El TFM ha sido la justificación y el impulso. Dudo que si no hubiera sido por la tarea sobre “La idea” en el curso de Novela, se me hubiera ocurrido hacer un proyecto transmedia que contara la historia del regreso. Tampoco estoy seguro de haberlo arrancado si no fuera por la presión del TFM, entonces dejemos los lloriqueos atrás y pongámonos a trabajar, que agobiado estaré, pero mucho más divertido e ilusionado estoy.
Deja una respuesta